domingo, 5 de julio de 2020

Si tan solo pudiera

¿Cuántas veces me he preguntado 'qué sería hoy de mí si'? Y luego del condicionante juego con las frases de relleno: 'hubiera viajado a tal o cual lugar' o 'hubiese aceptado ese trabajo o rechazado este otro'; me divierto con la consigna y me lanzo por más: ¿Qué sería hoy de mí si, al recomenzar mi vida, tuviera la posibilidad de conocer de antemano el resultado de una o más experiencias?

¿Sería quien soy, o sería mejor o peor persona? ¿Estaría vivo? Si tan solo pudiera saber uno lo que le depara el día siguiente, sin hablar de un número de la suerte para un juego de azar, no, me refiero acá al amanecer que llega luego de la noche en la que debo decidir si seguir adelante con una corazonada, con una supuesta certeza, con una movida osada fuera de mi relajada existencia.

Sin dudas, sería una incomparable herramienta del destino; un as bajo la manga de cada uno de nosotros por poner en la mesa de la vida para apostar todo y esperar el mejor resultado posible. Digo, si tan solo pudiera uno tener, al menos una vez en su paso por este mundo, la claridad inequívoca de saber si una decisión es acertada.

Si esa carta estuviera en la manga de cada uno de nosotros, y con ella la chance de jugarla en uno solo de los infinitos momentos decisivos de nuestras vidas, ¿la jugaríamos en la adolescencia para saber si esa persona realmente nos quiere? ¿Más tarde, en la primera adultez para definir si seguir preparándome para ese oficio o estudiar esa carrera? ¿Dejar de lado todos y a todos y emprender el viaje hacia lo que depare el nuevo destino?

Jugar esa carta única en el momento de elegir un/a compañero/a para mi vida, o dejarla pendiente para la vida de adulto, cuando deba poner blanco sobre negro y encauzar la guía de nuestros días a una familia, o destinar mis pasos en soledad, dueño de cada paso.

O dejar esa visión para la tercera edad, la vejez, para saber si el día siguiente de una enfermedad o una dolencia, será la muerte o si proseguirá la existencia y, por tanto, decir o hacer una cosa pueda demorar un poco más de tiempo.

Hasta el momento, esa carta no está bajo mi manga. Ni siquiera estoy seguro de querer tenerla para anticipar ese amanecer inminente. Sé que las decisiones que tomé, fueron tomadas, algunas a la ligera, creyendo que vendrían otras decisiones similares, que nunca llegaron; otras de forma pensada, presumiendo que no tendría una posibilidad así y, sin embargo, tuve otras oportunidades, sin poder decidir tenerlas y hacerlas parte de mi vida.

Sin cartas por jugar, solo queda la intuición personal y la esperanza depositada en los demás; pensar y desear que se comporten de una manera previsible, que yo pueda prever. Mientras, yo seguiré creando mis días, pensando en que depende el próximo paso de una entidad superior, o de un destino impensado, o de una decisión que ojalá sea correcta.

Ojalá que no haya decepciones propias y ajenas; espero que así sea, que mis previsiones se cumplan y, salvo una calamidad -pospandemia-, pueda cumplir y hacer o ayudar a cumplir los deseos y desafíos de otros. Ojalá pueda ser para alguien, la carta que le asegure un día después sin sobresaltos, tal vez un día feliz o menos ingrato. 



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