jueves, 8 de diciembre de 2011

Orgullosamente tolerantes.

Ayer se realizó en la capital de nuestra provincia una marcha: "Marcha del orgullo gay". Ésta tuvo lugar en pleno microcentro, con todo lo que ello implica en términos de visualización y exposición, dificultades para el tránsito de vehículos, pero sobre todo, en cuanto a las  posibilidades de acercarnos más a una realidad, muchas veces, oculta (da).

Diario Los Andes retrata muy bien a esa gran bandera multicolor que intenta cubrir el tono gris de nuestras calles, quizás con el propósito de mostrar, desde abajo, una de nuestras nuevas caras como mendocinos: la tolerancia. El respeto de lo diferente y de la mirada distinta. Estoy segurísimo de que miles habrán sido los comentarios adversos, los insultos en silencio, las miradas desaprobadoras de transeúntes; me queda claro que miles sintieron que el mundo "estaba cada vez peor", al ver esos rostros jóvenes sonrientes y escuchar voces tanto tiempo acalladas en público, por vergüenza o temor. 

¡Y qué me dicen que los familiares y amigos o conocidos de quienes se animaron a sumarse a tantos otros y decir: "acá estamos"! Mucha valentía, enorme coraje, de parte de los protagonistas de esta marcha.

De este lado del mostrador esperaba que todo se desarrollara con calma. Espero ahora que los derechos de personas iguales pero diferentes se amplíen, porque entiendo que quisieran poder gozar de todos los privilegios de quienes somos, o nos reconocemos, heterosexuales. 

Ni el infierno es su lugar; tampoco el castigo eterno por parte de Dios; quienes profesan una religión, con un ser divino de amor infinito, entiendo -creo- que podrán asimilar la convivencia pacífica con quienes piensen y sienten de forma diferente.

Porque si fuimos -y somos en alguna medida, pero ya menos- capaces de acallar nuestras voces cuando debimos haber dicho algo a gritos y en sociedad, cuando nuestros derechos constitucionales fueron cercenados (1976-1983), y NO lo hicimos; o al ver que ciertos grupos con fuerte cuño religioso pretendían apropiarse de la educación de los niños y adolescentes en aquella revuelta local de mediados de los setenta, al momento de discutirse los parámetros de una ley para nuestra educación; cuando, como mendocinos, notamos que ciertos apellidos no se critican ni observan, y que existe una clase política mediocre, enquistada y de nombres recurrentes; entonces, por qué, si viviendo en democracia, quienes piensan hoy distinto tendrían que recurrir a la represión personal o autocensura; por qué si los participantes de la marcha de ayer interpretan que la felicidad llega por caminos alternativos, deberían cerrar sus bocas.

¡Mis sinceras felicitaciones a quienes se animaron a expresar su pensamiento y reafirmar su identidad sexual públicamente!

Mi profundo reconocimiento a esa parte de la sociedad mendocina que pudo ver a los manifestantes, escucharlos y verlos marchar, apreciando en ello, el valor del reclamo como oportunidad de reivindicación, como signo de nuevos tiempos.  

Brindo por una provincia con menos estereotipos y prejuicios absurdos, con más cariño hacia los demás y respeto del otro. Mendoza, para todos los que quieran vivir en ella, sin perjudicar al resto.


JFM.