lunes, 15 de agosto de 2011

Un huracán denominado Cristina...

Puede sonar exagerado el título de esta entrada, y, sin dudas, lo es, al menos si se piensa en la acción de una sola persona causando un fenómeno propio de la naturaleza y singular en su espectacularidad.

Pero entonces cómo calificar la devastante diferencia obtenida ayer por el oficialismo en las primarias; qué decir del abismo que separa al partido gobernante del segundo en carrera; a quién señalar cuando se intenta ubicar responsables de esta gran victoria; quiénes se animan a expresar públicamente que es "sólo una fotografía de la intención de voto", y no un capítulo más de una historia que viene escribiéndose hace más de cuatro años...

Quien conoce mi opinión política y social (o mis explicaciones personales y livianas, muchas veces de nuestra realidad), sabe que mi sorpresa es tan grande que me deja sin fundamentos para sostener que esto un espejismo electoral, o que el resultado de las primarias es una mera coincidencia entre inexperiencia de los nuevos votantes, miedo de las clases populares por perder lo ganado y temor a lo incierto por parte de una clase media y media-alta que han visto incrementado su capital como hacía mucho tiempo no sucedía

Esas "razones" no se sostienen en mí, ni en mi forma de pensar o en mi manera de analizar las cosas que veo, escucho, leo y percibo. Esas razones se cayeron y quedaron enterradas bajo la pesada capa de tierra que la realidad de las urnas ayer implicó. Yo pronosticaba una derrota aleccionante para el kircherismo y, en el mejor de los casos para ese movimiento, una victoria ajustadísima. 

Una vez más, me equivoqué. Y esa equivocación me deja ahora ante una serie de preguntas que las próximas semanas y meses ayudarán a resolver: cómo impacta este resultado electoral en la oposición (sea ésta representada en uno o más partidos); cuál de las alianzas posible es menos vergonzante para sus integrantes y seguidores; de qué manera digiere y procesa el oficialismo su aplastante victoria; cuánto cambia o refuerza en sus discursos, este huracán llamado Cristina Fernández de Kirchner (nuestra presidenta), o cristinismo si prefieren. Ese viento arrasante que destruye oposiciones débiles e imperceptibles, que devasta críticas densas e interesadas, y penetra en el terreno de los poderosos, ahora sopla con tanta fuerza que es arriesgado decir qué tan lejos y con qué fuerza podrá seguir soplando...

Es mi pretensión y anhelo que el kircherismo devenga en mayor consenso y que sus prácticas sean más transparentes y definidas; también, que sus líderes o referentes ponderen con mayor firmeza la calidad institucional por encima de las medidas unipersonales; temo que por ser popular, carezca este movimiento de reconocimiento intelectual y que por recuperar de sus cenizas a una masa empobrecida de personas, se olvide de soltar la mano y permitir que esas personas luego caminen por su propios medios, sin miedos de caer nuevamente; que este movimiento naciona, añoro, sea un norte en su moral y ejemplifique con el modo de distribuir lo que es de todos, respetando lo que fuera de pocos.

Es mi deseo que ese huracán arrase con los males de este país; que desbande el clientelismo y los punteros nefastos; que construya una nueva planicie y que ésta permita luego ver erguirse a figuras destacadas y destacables por su propia fuerza y capacidad; que ese viento enorme aleje de nuestra vista a todos aquellos y aquellas que buscan encontrar en la Argentina su salvación, a costa de quien fuera; ojalá que ese huracán sea aún más conciente de su poder y busque luego calmar su potencia, para transformarse poco a poco en una suave brisa que refresque y permita y ayude a seguir pensando, creyendo y soñando.