lunes, 2 de abril de 2012

Que Malvinas constituya hoy un recuerdo que nos aleje de nuestra compleja actualidad, es un pensamiento que acompaña estas horas y que leo en los comentarios de notas periodísticas relacionadas con la evocación de la gesta.

Para mí, de ninguna manera la conmemoración me oculta los tristes hechos cotidianos ni me confunde al creer que "todo está bien"; no me siento perdido en alguna maraña de presuntos hechos o versiones, ni menos informado de lo que nos sucede en este hermoso país. Creo que existen simples formas de rebatir aquello; existen medios de comunicación tradicionales, medios alternativos de comunicación, redes sociales, mensajes de texto, el cara a cara y la lectura paciente de investigaciones serias, es decir, que existen numerosos mecanismos que me permiten acercarme a la "realidad" local (mendocina) y nacional.

 
Hoy, mi pausa en el pensar diario, se dirige a quienes, con poco más de la mitad de años que yo, se enlistaron orgullosamente para ser parte de una leyenda con la que soñaron: izar nuestra bandera y mantener esa enseña flameante en los vientos de las islas Malvinas. 


Que esos soldados estaban desinformados y mal preparados, ya no hay dudas; que fueron traicionados por quienes debieron procurar mejores condiciones para éstos en el combate, tampoco quedan espacios para la discusión. Que debemos abrir un paréntesis y abstraernos de la política, para rememorar con el corazón a esos héroes, es un gran esfuerzo; porque en cada palabra oficial se presenta un rechazo; porque la figura presidencial se ha tornado objeto de todo tipo de agravios, sean éstos consecuencia justa o no del accionar, y silencios, de nuestra presidenta.

Hoy, el corazón late por Malvinas; por una porción de tierra agreste y fría, que, quizás, jamás hubiese tenido intención de visitar, dada su lejanía y costos del viaje, pero que, a tenor de las circunstancias históricas, sueño con pisar alguna vez.

Deberemos imaginar los argentinos un futuro que implique el reconocimiento pleno de nuestra soberanía  sobre las islas, pero compartiendo ese suelo, en forma pacífica, con aquellos que deseen preservar el espacio y construir un territorio en el que se pueda vivir en armonía.

Soñemos en paz.

JFM.-